Por Inés Páez de la Torre.-
Se conoce como “síndrome premenstrual” a las molestias que experimentan muchas mujeres entre tres y siete días antes de comenzar la menstruación (molestias que desaparecen cuando se produce el sangrado).
Entre los síntomas más frecuentes se encuentran la cefalea, el dolor de espalda, la retención de líquido, la inflamación del vientre y de las mamas, la sensación de tirantez en el pecho y los trastornos gastrointestinales. El malestar suele ir acompañado de irritabilidad, cierta agresividad, una sensación de tristeza, disminución de la concentración, fatiga y, a veces, alteraciones del sueño y de la conducta alimentaria. No es raro que este cuadro genere una disminución en el deseo sexual (aunque no estaría de más repensarlo, considerando los efectos analgésicos del orgasmo).
Los estudios sugieren que casi todas las mujeres se quejan en algún momento de síntomas premenstruales (de ahí que en algunos convenios colectivos de trabajo figure el “día femenino”: la posibilidad de que las mujeres se tomen un día de licencia por mes).
¿Cuál es la intensidad de los síntomas? En la mayoría de los casos va de leve a moderada. Pero algunas llegan a padecer la versión aguda e incapacitante de este cuadro -el denominado “trastorno disfórico premenstrual”- que afecta significativamente la vida de la persona durante esos días previos a la regla.
¿Un atenuante?
El síndrome premenstrual se hizo muy popular en los años 60 y 70, al ser considerado en algunos juicios como un atenuante de la conducta violenta exhibida por las inculpadas. El tema no ha dejado de prestarse, una y otra vez, a la polémica, aunque las investigaciones no terminan de aportar datos concluyentes que permitan considerarlo un verdadero atenuante.
Las causas de este conjunto de síntomas no se conocen con certeza. Los estudios señalan que puede tratarse de una reacción anormal frente a los cambios hormonales (concretamente, a las fluctuaciones en los niveles de estrógenos y progesterona), y a deficiencias de vitamina B6, entre otros. Desde luego que los factores puramente biológicos no son los únicos que gravitan: ciertas situaciones de pareja, familiares, laborales, etc. generan estrés y hacen a las personas más proclives a padecer estos y otros malestares.